Elecciones y la cuestión Educativa



En un año electoral se definen puntos de vista, posicionamientos y propuestas políticas referidas a problemáticas generales y comunes al conjunto social históricamente considerado.

Esta labor llevada adelante por los aspirantes a conducir del aparato Estatal, corresponde a la tarea política que como tal debería integrar y presentar las respuestas a las diferentes demandas sociales en formas integradas y relacionadas. Comprender y señalar los vínculos entre las diferentes carencias que viven los trabajadores en el plano de la vida Política, Económico o Social,
es la única manera de realizar diagnósticos serios para transformar efectivamente la realidad.

Muy por el contrario los candidatos presidenciales más favorecidos por las encuestas en la intención de voto llaman la atención por la fragmentación que hacen en sus discursos al realizar propuestas en los diversos planos de la vida.

Es así como el problema inflacionario es reducido a una cuestión de política presupuestaria donde los gastos superan los ingresos fiscales, dejando veladas intencionalmente las causas profundas de la misma; la puja distributiva entre el capital y el trabajo enmarcado en la lógica empresarial del aumento constante de la tasa de ganancia. Todo tema se banaliza como una forma de mantener ocultas sus razones estructurales, estrategia desplegada para garantizar la continuidad de sus intereses.

En el orden de las políticas educativas, en la campaña electoral han cristalizado un “sentido común” que pulveriza la dimensión educativa como factor legitimador del orden social.

En tal sentido el proceso educativo, la tarea educativa, las políticas educativas son reducidas al sistema formal, limitada al ámbito escolar y a determinada etapa de vida. Se soslaya la educación como acción permanente del orden social como si la misma fuese algo coyuntural; la educación se desentiende como factor formativo permanente de un grupo humano a lo largo de toda su existencia; como si la formación y las prácticas políticas sociales en algún momento prescribieran prescindiendo de la necesidad de la .reflexión y el saber.

Cabe recordar al pensador del siglo XVI Paracelso “El aprendizaje es nuestra propia vida, desde la juventud hasta la vejez, de hecho casi hasta la muerte; nadie pasa diez horas sin aprender nada”.

José Martí reafirmando este pensamiento señala “La Educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte”.

Esta dimensión trascendental de la educación en la existencia humana debería ser el horizonte de todo proceso educativo desde el sistema formal y no formal, en la medida que potencializaría la excelencia de los mismos.

Un proceso educativo que se instale para la vida misma, posibilitaría enfrentar en su integralidad las políticas de vaciamiento educativo que sufre la Escuela Pública; en momentos que se intenta transformarla como instrumento de “cosificación” del saber, donde la acreditación oculta la precarización del conocimiento.

Las evaluaciones del sistema educativo ¿no deberían estar precedidas por una evaluación previa de la valorización del saber promovido desde el poder y la cultura hegemónica?

Nos sorprenderíamos al ver la supremacía de los medios de comunicación frente a la escuela en la difusión de valores consumistas e individualistas.

Es decir desde el poder se escinde a las políticas educativas de las condiciones de vida tanto materiales como culturales concretas de nuestra sociedad.

Con respecto a los problemas de aprendizaje de nuestros alumnos se continúa con la misma estrategia: Se estigmatiza a la Escuela Pública, a sus Docentes y Alumnos, por desactualizados, incapaces o vagos.
La “Gestión Educativa” debe dar rápidas y eficaces respuestas a esta crisis:

Debe disciplinar los reclamos de docentes y alumnos y proveer a los alumnos del mágico aporte de la informática como soporte determinante del conocimiento.

En este diagnóstico-problema impuesto desde el poder se mantienen ocultos los crecientes subsidios a la escuela privada y el congelamiento en términos nominales del presupuesto al espacio público.

Pero lo más grave del discurso político electoral es negar, ocultar distorsionar el sustento social del proceso educativo de nuestro país determinado por una profunda desigualdad social, donde la fragmentación constituye el punto de partida fundamental para responder las demandas, necesidades y sentido de los sectores populares.

La crisis educativa en nuestro país, asume una dimensión económica-social soporte de la cultura de nuestro tiempo.

Antonio Gramsci refiriéndose a la Italia de fines del siglo XIX y principios del XX atravesada por la fragmentación territorial y social entre el norte y el sur se preguntaba “¿por qué en Italia hay aún tantos analfabetos? ¿por qué en Italia hay demasiada gente que limita su propia vida al terruño, a la familia? No es sentida la necesidad de aprender la lengua italiana, porque para la vida comunal y familiar basta el dialecto”, ”el alfabetismo no es una necesidad”, ”para convertirlo en necesidad sería menester que la vida general fuese más activa, que involucrase a un número siempre mayor de ciudadanos y así hiciese nacer de modo autónomo el sentido de la necesidad del alfabeto y de la lengua nacional”.

A la hora del posicionamiento político frente a las problemáticas educativas no hablamos de Educación a secas, hablamos de Educación Y Lucha de Clases.