La Batalla de Ideas




Los resultados electorales del domingo pasado nos dicen que los porteños iremos al ballotage para elegir entre el Guasón y el Dandy; que en Córdoba ganó una momia política (Schiaretti, claro que con sólo el 38 %) y en La Rioja los discípulos de Menem.

Sí, el pueblo votó.
¿Salió alguien a la calle para festejar? ¿O nos pasa que sigue venciendo la resignación, esa que nos lleva a la aceptar lo menos malo?

Gana el predominio de la imagen y la sonrisa televisiva por sobre los proyectos y los sectores sociales que confrontan.
Nos seguimos preguntando: ¿Realmente hay un debate profundo sobre el país que queremos? 

En el caso porteño: ¿Se pudo profundizar el por qué de la falta de urbanización en las villas? ¿O el problema de la especulación inmobiliaria, cuando en la zona sur, el 50 % de la población habita en villas? ¿Sobre los talleres de trabajo precario (clandestinos)? ¿Sobre la atención en los hospitales o sobre la educación? ¿O la pérdida de espacios verdes?

Como mucho, lo que se discuten son formas de gestión, como si estuviéramos hablando de cómo administrar un negocio.
No se discute el poder real, el de las grandes corporaciones. 

También se votó en Grecia.
Allí sí,  a pesar del terrorismo mediático, el pueblo pudo discutir a ese poder real y ganar una batalla.
Y el resultado fue contundente: el 61 % se opone a aceptar los ajustes que propone la troika (FMI, Banco Central Europeo, Comunidad Europea).
Una vez más aparece una luz al final del túnel.

Decíamos el viernes pasado que si triunfa Grecia, va a entrar en rebeldía y los poderes dominantes buscarán su castigo por todos los medios.
Pero también será un gran triunfo de un pueblo que resiste y que sigue buscando alternativas para salida de la crisis.

Tanto en Grecia como en Argentina resulta imprescindible avanzar en la batalla de ideas y enfrentar el flagelo de la deuda; y discutir  qué tipo de inversiones queremos; para qué; quiénes son los que se van a beneficiar de esas inversiones.  

Si Grecia avanza nos puede ayudar para avanzar en  la expectativa de cambio político que empezó el Siglo XXI en América Latina.